A lo largo de su carrera, Green Day tuvo un interesante gesto hacia su público. Un simple llamado de Billie Joe Armstrong, frontman de la agrupación nacida en California, bastaba para que los fanáticos subieran a escena y toquen algunos temas.
El experimento podía salir bien o mal. Pero nunca obtuvieron un resultado como en Chicago, cuando el elegido fue un ignoto joven llamado Thomas Bulvan.
“¡Puedo tocar todas las canciones de Dookie!”, escribió en un cartel. Armstrong lo leyó, lo hizo subir y le dio su guitarra a ver qué tan cierta era la cosa.