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Metro 2012 live festival: Lollapalooza Parte2

Metro 2012 live festival: Lollapalooza Parte2

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Notas 8 Ago

Por Shumi Gauto
Sin dudas, ésta fue la mejor jornada del festival. Domingo a puro estímulo. Nos despertamos temprano, desayunamos en la calle y fuimos derecho al Art Institute de Chicago a ver la muestra de Roy Lichtenstein: más de ocho salas repasando toda la carrera del artista pop. Mis favoritos: los paisajes chinos y la serie que retrata los estudios de los artistas. Eso sí, tanto puntito comic-style en dimensiones enormes (cuadros de 6×2), nos quedó el cerebro muy psicodélico y no pudimos ver nada más del museo (que más allá de Lichtenstein, prometía ser una maravilla).

Dimos unas vueltas por el Grant Park y finalmente, con coraje, decidimos entrar temprano al Lollapalooza. Eran las tres y media y hacía muchísimo calor, pero Sigur Rós, se presentaba en uno de los escenarios principales a las cuatro, y no nos lo queríamos perder. Gracias a la gente de Budweisser, conseguimos accesos a un sector vip llamado Lolla Lounge, en donde sirven comida y bebidas gratuitas, hay baños públicos muy pro (unos containners enormes tuneados por adentro como si fuese el baño de un bar), hay sectores de descanso debajo de los árboles, y lo mejor: ubicaciones privilegiadas para ver los shows a la sombra. Así que sentaditos y con cerveza en mano, disfrutamos de los mejores temas de Sigur Ros, que sonaron impecables (llamaba la atención lo bien que sonaban sus instrumentos en un espacio tan grande y abierto) y nos transportaron al mundo islandés (o como dice Zuker: a Ushuahia). La multitud escuchaba, lisérgica, debajo del rayo de sol. La banda no dijo ni una palabra en todo el set, ni hola, ni gracias, ni el típico grito: what’s up Lollapaloozaaa?, nada. Al finalizar, volvieron al escenario en filita prolija y agradecieron con una reverencia. Lejos, pero musicalmente muy cerca y muy emocionante.

Luego cruzamos el predio, pasando por el Kidzapalooza, en donde una banda cantaba Don’t worry de Bob Marley para un centenar de familias y niños con los pelos pintados de colores. Todos acampando en sus mantas y en sus sillitas, con comida, baile y fotos.

En otro de los escenarios terminaban de tocar Amadou et Marian y en el principal, se preparaba Florence and the Machine. El fondo del escenario estaba decorado como con vitreaux y había unos focos gigantes de luz repartidos simétricamente. Ella apareció con una túnica bordó y el pelo color fuego recogido en un rodete bajo. Comenzaron a sonar las arpas y arrancó Only for the night. Pocas veces me conmovió tanto una voz. Florence Welsh es poderosa, como una sirena, como una bruja, como una diosa. Cuando finalizaban los temas, giraba en el lugar extendiendo su vestido, como una bailarina de cajita musical, y sonreía. En un momento del show, pidió que todos se subieran a caballito, empezaron a asomarse los primeros y ella los señaló y los contó en voz alta: al poco tiempo, la mitad del público estaba viendo el show a caballito, mientras ella gritaba: love each other! Ámense, muestren su admiración por el que tienen al lado!

Dejamos a Florence unos minutos antes del final para ir corriendo a ver a los suecos Miike Snow. Con caras de dueños, nos colamos por detrás del escenario y vimos el show desde el backstage (lo pueden ver en las fotos). Andrew Wyatt y el resto de la banda se presentaron vestidos de pies a cabeza de color negro. El público enloqueció con los temas nuevos del disco Happy To you, en especial con el primer corte: Paddling Out. De los tracks viejos sonaron Sylvia, Animal y Black and Blue.

Jack White fue la frutilla del postre, sobre todo porque hubo mucha menos gente, (supusimos que al ser domingo a la noche, muchos habían regresado a sus hogares para trabajar el lunes por la mañana) y pudimos sacudir las melenas y el cuerpo al ritmo de Sixteen Saltiness. La banda sonó impecable, y a mitad del show, cambió a todos los músicos masculinos por una troupe de mujeres bellísimas y talentosísimas. Para los White Stripes-nostálgicos cerró con The hardest button to button seguidita de Seven Nation Army. Jack White, te dejé el alma entera, en pleno Grant Park de Chicago, espero que lo hayas sentido.

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