Ya se siente el desembarco de delegaciones, periodistas y camarógrafos. También se duplicaron o triplicaron la cantidad de puestos ambulantes. En un contexto más normal (que no involucrara la espera de un Mundial, por ejemplo) ese desembarco sería atractivo. Pero lo cierto es que no generó sorpresa al lado de algo más llamativo: el color que está tomando Río.
Es como si, de repente, se hubiese desatado un torbellino que salpicó y pintó toda la ciudad. Lo hizo solo en dos días y en dos colores: verde y amarillo.
Si aparecen otros colores, siempre van acompañados de algún objeto más grande y provocador que tenga los locales. También es fácil encontrar fotos de la Copa del Mundo con la leyenda debajo “É Nossa!” (es nuestra)… ¿exceso de confianza o presión?
Los comercios, restaurantes y el espacio público en general se tiñeron de banderines, pelotas y cualquier tipo de objeto que da cuenta no sólo del país en que nos encontramos, sino también del peso que tiene la Selección de Brasil.
Ese peso es grande y puede traducirse en presión o en aliento. En responsabilidad o en ventaja. Aún no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que la localía pesa, y habrá que hacerle frente.
por Lucas Fridman
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