Río de Janeiro.- El suceso de Alemania, campeón mundial tras 24 años, es la consecuencia de un proceso. Trabajo, planificación, cambio de paradigma, inversión en formación e infraestructura, decisión de sostener el proyecto a pesar de las frustraciones. Este camino, iniciado en 2000, lo llevó a ser protagonista importante de los últimos cuatro mundiales. Un campeonato se explica desde el largo plazo, un resultado desde los detalles.
Argentina desperdició tres situaciones muy claras. Mano a mano y para sus delanteros. Higuaín en el primer tiempo. Messi en el segundo. Palacio en el suplementario. Ninguno hizo atajar a Neuer. El partido perfecto incluía eficacia en la definición y el equipo no la tuvo.
Muy pendiente de los laterales, con Lavezzi atacando a Howedes y Enzo Pérez defendiendo a Lahm, no tomó el centro del campo. Schweinsteiger dictó el tempo con una actuación majestuosa. Dio 57 pases en la primera mitad, el 90 por ciento correctos. Hermoso choque de estilos: Alemania desde la posesión, Argentina de la cobertura de espacios. El juego corto con movilidad por el medio contra la salida rápida en contraataque a la espalda de los laterales. Lavezzi hizo un desastre por la derecha.
A la lesión de Khedira en el calentamiento, se sumó la prematura salida de su reemplazante Kramer. Entró Schürrle a jugar de wing izquierdo. Özil detrás de Klose. Müller por la derecha. Kroos y Schweinsteiger compartieron el eje. A Argentina le costaba cortar en la fase de gestación cuando los alemanes tocaban.
Demichelis y Garay participaban mucho más que Mascherano y Biglia. A Alemania le costaba marcar sin foul cuando los argentinos encaraban. Tuvo dos amonestados. Sin situaciones claras, los europeos le sacaron petróleo a otra pelota parada. Cortina, cabezazo y ¡clank!
Sabella estiró la manta. Sacó a Lavezzi a pesar de su excelente primer tiempo y puso a Agüero. Más compañía para Messi y más vigilancia para Schweinsteiger. Porque Kun lo tomaba cuando recibía la pelota. El 7 alemán influyó mucho menos. Dio 23 pases en la segunda mitad. Biglia lo encontró a Messi pero, al igual que Higuaín en el primer tiempo, Leo pateó desviado. Menos gente por los costados y triángulo Mascherano-Pérez-Biglia en el centro.
Creció el protagonismo de Lahm, ya sin Enzo como marcador. Sabella siguió estirando la manta. Palacio y Gago por los extenuados Higuaín y Pérez. Agüero aguantó bien la pelota de espalda. Gago entró con pases precisos y decisiones correctas. Palacio tuvo la chance más clara del suplementario. Un centro de Rojo a medida que cayó detrás de Hummels. Soñará muchas noches con ese control largo y esa definición pifiada.
Löw sacó a Klose y le dio la última oportunidad a Götze. Se ubicó de falso nueve para negarle referencia a los imperiales zagueros argentinos. Mezcló bien con Schürrle. En el minuto 113, Schürrle juntó a Zabaleta y a Mascherano sobre la derecha. Götze cortó desde el lateral hacia el centro. Por única vez en el Mundial, hubo mucho espacio entre Demichelis y Garay. La pelota sobró al primero y el segundo no cerró, acaso creyendo que nunca iba a caer ahí. Pecho, zurda y golazo de Götze. Estética y eficacia en el detalle más influyente del Mundial.
Alemania campeón. El trabajo paga. Argentina dejó la piel, supo competir y estuvo a la altura de la final. No levantó el trofeo porque no aprovechó sus chances. Así es el deporte, bello y cruel. Nada para reprocharle. A nadie. Ojalá este suceso sea un punto de partida y que, al final de la ruta, el éxito de la selección también sea la consecuencia de un proceso.
Juan Pablo Varsky para canchallena.com