No pedían entrada, no había hombres altos y de traje custodiando una puerta que nunca existió. Aunque nadie la vea, la disco siempre está. Pista de césped y una bola de boliche repleta de estrellas. El Perry’s Stage necesitaba decir “adiós por hoy” y lo mandó a Nick Rotteveel. O Nicky Romero, como lo conocían los bailarines del campo.
Las 22:30 decían presente y el Lollapalooza ya se había llenado de house. Claro, uno de los DJs más influyentes estaba en casa. El anfitrión desenfundaba las bandejas y los invitados entendieron el mensaje.
Nicky viene de la ciudad de Amerongen, en los Países Bajos y se ve que allí saben cómo hacer bailar. Los cuerpos, que arrancaron tímidos, se soltaron. Algunos escondidos tras lentes de sol fuera de hora y otros, más ávidos, hasta mostraban una sonrisa.
Se fue el verano, pero igual hubo fiesta al aire libre. El responsable: Nicky Romero, el dueño de Protocol Recordings. El Perry’s Stage, por su parte, cerró el telón. “Hasta el domingo”, parecía decir.