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Tomorrowland, día 1

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Después de 10 años de éxito creciente en Bélgica y apenas dos desde que se abrió la franquicia estadounidense, el festival más imponente del mundo llegó a Sudamérica.

Después de 10 años de éxito creciente en Bélgica y apenas dos desde que se abrió la franquicia estadounidense, el festival más imponente del mundo llegó a Sudamérica. El país elegido fue Brasil (sí, la Argentina estaba interesada pero nuestros vecinos del norte superaron con creces la oferta).180.000 entradas agotadas, y de repente un continente latía con expectativa. Digo un continente y me equivoco. Tomorrowland tiene seguidores a nivel mundial, fieles y dedicados. Por eso en San Pablo ondean banderas suizas, estadounidenses, canadienses, coreanas, japonesas, sudafricanas y de muchos otros países.

Algunos de los visitantes vinimos a hoteles y tenemos que lidiar con el infernal tráfico paulista, que no conoce de feriados (el día del inicio del festival, 1 de mayo, feriado internacional, está más tranquilo dentro de San Pablo. Pero como es feriado, todo el mundo viaja y la ruta se vuelve intransitable). Los que saben vivir la vida reservaron su lugar en Dreamville… ¿qué es esto? Nada más y nada menos que un inmenso camping dentro del predio en el parque Maeda en el que los enfiestados caen rendidos unas horas antes de volver a arrancar. Depende del abono, llevás tu propia carpa o dormís en una puesta por la producción. La caravana de gente llegando con bidones de agua, packs de cerveza e inmensas mochilas llenas de provisiones es llamativa.

Especialmente considerando que las distancias desde donde se puede llegar en auto hasta la entrada en sí es gigante (en Brasil todo es gigante). Kilómetros de senderos de tierra no son la bienvenida más amigable para los acampantes… y así y todo, entre quejidos y pausas para secarse el sudor, en el peregrinaje sólo se ven sonrisas. Van rumbo a la tierra prometida.

Una vez adentro, todo es comunidad y convivencia pacífica nadando en un mar de desenfreno y locura. Colores rabiosos, los disfraces más estrafalarios, gente semidesnuda, algunos buscando su lugar en el festival, otros –los que ya lo encontraron- en trance. Si bien la mayor concentración de gente se da en el Main Stage (por el que pasan figuras como Afrojack, Steve Aoki y Hardwell), hay siete escenarios por los que ir circulando. El rincón del Drum & Bass está cubierto por DJ Marky and friends y la vanguardia viene de la mano de Jamie Jones y Paradise, su sello. Full On, la carpa a cargo de Ferry Corsten, cuenta con varios artistas de su elección con los que él mismo toca back to back los últimos 15 minutos de cada set. Musicalmente, en Tomorrowland hay para todos.

Merece una mención aparte la gastronomía. El festival cuenta con su propia moneda de cambio, los tokens. Al igual que sucede en el casino o en ferias como Masticar, lo que se compra es una moneda ficticia que sólo tiene valor dentro del evento, y los precios reflejados en cada puesto pueden generar confusiones. Por ejemplo, una hamburguesa cuesta 6 tokens. Si sólo se ve el número puede parecer barata (6 reales son aproximadamente 18 pesos). Pero si se sabe que cada token cuesta 5,55 reales, la hamburguesa termina costando cerca de 100 pesos argentinos. Puede ser una forma de facilitar la venta (de hecho, es mucho más ágil de lo que sería si hubiera que pagar en cada puesto) o una forma de hacer que el cliente se olvide de que está gastando dinero de verdad. Yo sólo sé una cosa: la cerveza cuesta 2 y las papas fritas 3, y eso es todo lo que necesito para subsistir.

Tomorrowland recién empieza. El evento dura tres días de música, descontrol, color y alegría.

Decenas de DJs de todo el mundo dejan el alma frente a decenas de miles de almas de todo el mundo que dejan el cuerpo frente a los DJs. Tomorrowland es una fiesta global de almas y cuerpos, y no podíamos resistir el llamado. ¿Querés saber cómo sigue? Paciencia. Esto es la tierra del mañana.

Por Nicolas Salvarrey

Fotos: Tomorrowland

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