El pueblo deportivo recuerda los desaforados gritos que Gastón Gaudio lanzaba al aire cada vez que su tenis lo frustraba.
Parece que el ganador de Roland Garros fundó una escuela en el arte de liberar tensiones y su primer alumno no es otro que Peter, un nene que quiso disfrutar de una tarde de golf.
Primero probó las mieles de embocar la pelota en el hoyo. Al querer intentarlo por segunda vez, todo salió mal.
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