Hace unos meses, la polémica del vestido azul y negro que algunas personas veían de color blanco y dorado revolucionó las redes sociales. Algunos juraban por su vida que era blanco y otros confirmaban intempestivamente que era completamente azul.
Ayer se publicó un estudio que realizó resonancias magnéticas a distintos individuos mientras miraban el famoso vestido.
Los resultados señalan que las personas que lo ven blanco presentan mayor actividad en las áreas frontales del cerebro, relacionadas al razonamiento, la reflexión y la atención.
Es decir que, los que veían el vestido blanco, estaban activando partes del cerebro más allá de la percepción visual. Las personas que vieron el vestido azul no realizaron ningún esfuerzo extra y simplemente vieron lo que estaba allí.
Previamente, otro estudio dio más precisiones desde el punto de vista del ojo.
Jordi Monés, oftalmólogo y retinólogo y director del Instituto de la Mácula y de la Retina explicó: “Para empezar, los colores en realidad no existen, son percepciones. Entonces, el hecho que veamos el vestido de un color u otro depende de cómo sea nuestro detector (la retina) y de todo lo que nuestro cerebro haya aprendido a lo largo de la vida”.
El doctor explicó también que las personas tienen tres tipos de fotorreceptores (que son células sensibles a la luz), capaces de captar los colores llamados conos que se ubican en la retina. Estos conos definen la forma en la que vemos y recibimos los colores.
“Entonces, todo el proceso es un fenómeno totalmente cerebral y muy mediatizado por pequeños matices que determinan que sea imposible que dos personas vean un mismo objeto de la misma forma”
Si bien el vestido original era negro y azúl, Monés señala que la foto está saturada de luz, por lo que altera completamente los fotoreceptores. Por otro lado, no necesitamos hacer ningún estudio científico para darnos cuenta que nuestra percepción cambia radicalmente en ambientes con más o menos luz o al ver imágenes con más o menos contraste.