Greg Sewitz y Gabi Lewis están acostumbrados a que la gente se ría de de ellos. Hace tres años, estos dos compañeros de la universidad pidieron dos cajas de grillos vivos. Lo que ellos hicieron con las cajas que contenían los insectos fue meterlas en el congelador, moler los diminutos cadáveres congelados en una licuadora y, usando una receta propia de Lewis, hicieron un lote de barritas de proteína.
La clave, según Sewitz, es usar proteínas de insectos en los alimentos que la gente ya come, en lugar de animar a la gente a comer insectos enteros.
Lewis y Sewitz contactaron al chef que había participado en un documental sobre grillos, les encantó la idea, y firmaron un contrato para ayudar a que las barras energéticas tuvieran un gran sabor.