Por Leandro Vesco
Los delfines y las ballenas se cruzan en el horizonte azul de las aguas cristalinas que bañan las costas de la Península Valdes, el lugar donde hasta bajo el agua uno puede encontrar amigos. Acaso se trate de uno de los rincones más bellos del mundo, su geografía hechizó a los primeros navegantes que se animaron a desafiar la soledad austral en el siglo XVI y esa misma belleza aún está intacta en esta tierra donde el silencio es interrumpido por las gaviotas y las garzas blancas de vuelo señorial. Un faro transformado en hotel invita a descubrir y disfrutar todos los misterios australes.
Lugar de importancia para los navegantes, la presencia de un Faro fue uno de los reclamos más pedidos, a la atracción de anclar en sus mansas bahías y radas, se contraponía los difíciles dibujos de su accidentada geografía. Asi fue que en el año 1905, la Armada Argentina instaló el Faro de Punta Delgada, en el extremo oriental de la Península, a 70 Kilómetros de Puerto Pirámides.
El Faro fue en su momento la única y última presencia humana en esa tierra donde el fin del mundo se adueña del mapa. Su luz prevenía a los marinos que pasaban por estas latitudes. Fue sede del Correo Argentino, cuando en nuestro país las ideas de integración federal no tenían techo y se pensaba en unir nuestro extenso territorio. Entonces cualquier navegante podía recibir y enviar cartas en este confín. Luego fue casino de la Armada y dentro del faro se instruía a lo futuros fareros que irían a convivir con la soledad de las costas del mar argentino.
El Faro Punta Delgada tenía dos fareros que pasaban veinte días hasta que venía el relevo. En las noches donde la marea alta se comunica con bostezos atronadores, la luz que irradiaba el faro era alimentada con petróleo, y esa plácida desolación que se siente al contemplar el horizonte era interrumpido por la luz de algún buque que se internaba en las heladas aguas patagónicas.
El lugar hoy se ha convertido en un hotel con 27 habitaciones, un pub y un restaurant. Se pueden hacer cabalgatas por la orilla del mar en busca del punto exacto en donde se duerme el sol. Hay Internet y luz, la mayor parte del día. Sólo llegan hasta aquí náufragos voluntarios. El Hotel Faro Punta Delgada hace ralidad el maravilloso sueño de dormir en un faro donde se dice que habita un fantasma, que se deja percibir con el ruido de las teclas de una máquina de escribir, que era muy usada por el alma de un farero que se niega a abandonar este refugio que alimenta leyendas.