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Análisis: God of War: Ragnarok

Análisis: God of War: Ragnarok

Gaming 16 Nov

La secuela del aclamado God of War (2018) presenta un videojuego de acción y aventura donde Kratos y Atreus deben viajar a cada uno de los Nueve Reinos que tanto extrañábamos en el juego anterior, en busca de respuestas, mientras las fuerzas asgardianas se preparan para la batalla profetizada que supondrá el fin del mundo.

Por el camino, explorarán paisajes míticos increíbles y se enfrentarán a temibles enemigos, como monstruos y dioses nórdicos. La amenaza del Ragnarök está cada vez más cerca: “Kratos y Atreus deben elegir entre su propia seguridad y la de los reinos”.

Si la entrega de 2018 ya nos conquistó con su narrativa y su revolucionario uso del plano secuencia, aquí se ha ido un paso más allá con una trama mucho más interesante que reinterpreta de manera brillante los mitos nórdicos que tan bien creíamos conocer. El guion es impecable y hace gala de un ritmo envidiable que sabe compaginar a la perfección los momentos más intensos con los más emocionales y conmovedores. Cada paso del viaje supone un nuevo descubrimiento y una nueva aventura, y los diálogos están escritos con tantísimo gusto que resulta imposible no quedarse hipnotizado con ellos, algo que se ve reforzado por el magnífico uso de la cámara, la dirección de escenas y un apartado audiovisual deslumbrante capaz de transmitir con una simple expresión en la cara de los personajes más que juegos enteros cargados de líneas de texto.

Y es aquí, en sus personajes, donde el juego sobresale y demuestra una humanidad que muy pocos títulos han conseguido alcanzar. La evolución de Kratos y Atreus y la relación entre ambos es fascinante a muchos niveles, siendo el chico quien más ha salido ganando al destaparse como alguien mucho más interesante y válido tras un debut en el que no terminó de caer en gracia a la mayoría de jugadores. Y ojo, ya que todos estos elogios también podemos aplicarlos al resto de actores, desde aliados y secundarios hasta los grandes villanos de la función, quienes son mucho más que simples enemigos a los que hay que abatir. No hay un solo personaje que no se haya cuidado o que carezca de varias capas de profundidad a poco que estemos atentos, lo que se traduce en que todos ellos y las relaciones que tienen entre sí sean creíbles y muy interesantes.

JUGABILIDAD

Centrándonos ya en lo que es su jugabilidad, comentar que estamos ante una aventura de acción que sigue muy de cerca los pasos de su predecesor. De hecho, la base es exactamente la misma, los controles apenas han variado, los combates nos permiten poner en práctica los mismos combos y su desarrollo vuelve a alternar con mucho acierto las batallas, los puzles y la exploración de escenarios.

Sin embargo, todo es muchísimo mejor que antes, algo que se nota especialmente durante los enfrentamientos, donde contaremos con nuevas herramientas para dar rienda suelta a nuestra creatividad más allá del uso de habilidades con tiempo de recarga, reliquias y ejecuciones al llenar la barra de aturdimiento del contrincante. Además de la posibilidad de infundir nuestras armas con sus correspondientes elementos para ejecutar nuevos tipos de golpes y castigar a nuestros rivales con diversos estados alterados, ahora también podremos movernos a toda velocidad por el campo de batalla usando las Espadas del Caos como si fuesen un gancho.

Además, tenemos más formas de controlar el terreno, hay múltiples elementos con los que podemos interactuar para usarlos contra nuestros adversarios, contamos con nuevos tipos de escudo que nos permiten centrar nuestra estrategia defensiva en las paradas perfectas o en acumular bloqueos, existe un contragolpe con el que interrumpir al rival y destrozar sus protecciones y los enemigos son más susceptibles de ser enviados al aire para hacerlos rebotar contra el suelo y las paredes mientras alargamos nuestros combos.

Por supuesto, tampoco podemos olvidarnos de que aquí el bestiario es bastante más amplio y variado que en el juego anterior.

Más allá de los combates, no podemos olvidar que God of War: Ragnarok es, ante todo, una gran aventura. La exploración también ha ganado enteros al incluir varias zonas abiertas por las que movernos con libertad realizando tanto tareas principales como secundarias

EN CONCLUSIÓN

God of War: Ragnarok es uno de los mejores videojuegos que hemos jugado jamás. Toda una obra maestra que nos deleita de principio a fin con una historia, una narrativa y unos personajes inolvidables, unos combates más divertidos y brutales que nunca, unos jefes espectaculares, un desarrollo intenso, variado y repleto de sorpresas, unos contenidos secundarios interesantísimos y muy cuidados y un apartado audiovisual de primer nivel.

Si tengo que resumirlo en una frase, es: Simplemente imprescindible.

Por Roberto Schenone

Roberto Schenone
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