El Comité del Patrimonio Inmaterial de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), reunido en Rabat, decidió incluir este arte culinario en su lista a partir de una candidatura de Francia.
“Al registrar el saber hacer y la cultura de la baguette en el patrimonio cultural inmaterial, la Unesco destaca que una práctica alimentaria puede constituir un patrimonio por derecho propio, lo que nos ayuda a ser parte de la sociedad”, indicó la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay.
Según Azoulay, “honra el saber hacer de los panaderos artesanos” y también “celebra toda una cultura: un ritual diario, un elemento estructurante de la comida, un sinónimo de compartir y de convivencia”.
“Es importante que estos conocimientos artesanales y prácticas sociales puedan seguir existiendo en el futuro”, explicó Azoulay.
La candidatura francesa destaca el proceso de elaboración en cuatro pasos de esta barra de pan y la cultura social en torno a las panaderías, unos locales que, asegura, merman año a año. Según explica dicha candidatura, la cultura de la baguette se generalizó después de la II Guerra Mundial y es ahora el tipo de pan más popular que se consume en el país durante todo el año.
La baguette se diferencia de otros panes porque se compone de solo cuatro ingredientes (harina, agua, sal, levadura y/o masa madre), de los que cada panadero obtiene una barra única jugando con sus diferentes pasos de elaboración.
Además, Francia añade que la compra de la baguette, muchas veces diaria y económica, “hace de la panadería un lugar de sociabilidad”. “Por lo general, está cerca de casa, es relajante, está abierta a todos y es fundamental para la vida del vecindario o del pueblo. Allí te encuentras con tus vecinos, dejas las llaves o los anuncios clasificados. En los pueblos que no tienen, el panadero recorre los caminos para vender la tanda del día y, para algunas personas que viven aisladas, a veces es el único contacto que tienen”, dice el texto de la candidatura.