Una familia que se disponía a disfrutar de un día a puro asado y sol fue sorprendida por un intrépido oso que, atraído por el aroma de la carne asada, apareció para robarse todo.
Al ver cómo el mamífero intentaba llevarse el botín, el parrillero intentó echarlo con una serie de movimientos improvisados con un cuchillo.
El hambre era más fuerte que el propio oso, que se mantuvo inmutable por varios minutos. Ya cuando se vio rodeado por otras personas optó por irse, pero las brasas se habían convertido en fuego.
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