La llegada de la primavera invita a recorrer los senderos de los Parques Nacionales de Argentina, ahora decorados de un modo especial por la naturaleza en estado de ebullición. El calor comienza a llegar desde el norte de país y su avance progresivo hacia las latitudes más australes va de la mano de floraciones masivas que tiñen los paisajes de colores.
Los lapachos se presentan en todas sus versiones: rosado, amarillo y blanco. El lapacho rosado (Handroanthus impetiginosus) es el más conocido y se puede observar desde las yungas de los Parques Nacionales Calilegua, El Rey y Baritú -entre otros- y la Reserva Nacional Pizarro, hasta en el Parque Nacional Río Pilcomayo, en el norte de Formosa. También es común en la selva paranense.
Otra flor que se suma a los emblemas es la que nace de la enredadera conocida como pasionaria o mburucuyá (Passiflora caerulea), que da su nombre a la localidad correntina y al Parque Nacional homónimo en el sector oeste de los Esteros del Iberá.
El ciclo continúa con otras floraciones en el norte y centro del país, con los jacarandaes (Jacaranda mimosifolia) y sus pétalos violáceos de la primera floración; los cardones (Trichocereus atacamensis), con flores-embudo de pétalos blancos con tintes rosados; los tabaquillos (Polylepis australis) y espinillos (Vachellia caven) en las sierras, además de cientos de arbustos y hierbas.
Al llegar a los Andes de la Patagonia, el calor inaugura este ciclo de floración local. Los notros (Embothrium coccineum) muestran desde el Parque Nacional Lanín hasta el Parque Nacional Tierra del Fuego sus rabiosas flores rojas entre lagos y montañas en una franja de 2 mil kilómetros.
Más tarde, otras flores darán color a los faldeos de las comarcas andinas. Es el caso de los arrayanes (Luma apiculata) y sus flores blancas; las diversas mutisias, con la Quiñilhue o naranja (Mutisia decurrens) como la más conocida, y el singular amancay (Alstroemeria aurea), que aguarda un tiempo más para que sus pimpollos estallen de amarillo.
Fuente: Parques Nacionales