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A 40 años de la Guerra de Malvinas, por Nancy Pazos

A 40 años de la Guerra de Malvinas, por Nancy Pazos

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Actualidad 1 Abr

Por Nancy Pazos

La Guerra de Malvinas resquebrajó nuestra historia y partió a la Argentina en dos. A muchos nos rompió la inocencia. Y no es porque nos puso de frente a la muerte, porque para ese tiempo quien más, quien menos sabíamos del horror de la tortura, los secuestros, los desaparecidos. Con Malvinas, la dictadura nos puso de frente a la guerra y mandó al frente a muchos de nuestros vecinos, amigos o novios. A ellos los despedimos sin saber si era la última vez que lo veríamos. Y ellos, con sus 18 años a cuestas, llevaban la certeza de que iban a un lugar donde casi con seguridad, si no mataban, morían.

El 2 de abril de 1982 fue viernes. El día anterior habían estado, como todos los jueves, las Madres de Plaza de Mayo con sus pañales/pañuelos blancos reclamando la aparición con vida de sus hijas e hijos. Y esa misma semana, el martes 30 de marzo, la CGT, encabezada por Saúl Ubaldini, volvía a la plaza, esa Plaza donde el “se va a acabar la dictadura militar” atronó hasta llegar al último rincón de la Casa de Gobierno usurpada por las Fuerzas Armadas. Casualidad o causalidad, uno de los tres reclamos de aquella movilización era PAZ.

Pero ese viernes 2, aunque Buenos Aires amaneció diferente, yo fui a la escuela como casi todos. Estaba en tercer año del secundario estatal y en Historia no nos enseñaban sobre los golpes de Estado que asolaron al país desde 1930. Y las Islas Malvinas, tan argentinas como el dulce de leche, eran apenas dos manchitas en el mapa donde ni sabíamos si vivía gente ni quiénes eran.

Claro que a partir de ese día “Malvinas”, esas “hermanitas perdidas”, comenzó a ser una trending topic de una red que aún estaba lejos de ser inventada. Y los ingleses eran mala palabra. El rock nacional salió del oscurantismo de la censura y la solidaridad se manifestó en forma de donaciones y envío de cartas que tal vez no llegaron nunca a nadie.

Lo que sí llegaban eran los diarios y revistas al kiosco de mi abuela Pancha en Soldati. Ahí leía, con mis 16 años, que íbamos ganando. Y hasta, incluso, se llevaba la contabilidad de los aviones Sea Harrier derribados. La guerra, asi a lo lejos, era como un partido de fútbol. Pero donde no había posibilidades de ganar porque, sabemos, ahí todos pierden.

Hoy, los que nacieron aquel día cumplen cuarenta años. A ellos se suman los doce millones de argentinos y argentinas que nacieron después y estudiaron todo esto en los libros de historia, en escuelas muy diferentes a las que yo fui y fueron tantas generaciones.

Hoy sabemos que 650 de aquellos jóvenes que despedimos aquel 2 de abril no volvieron y que otros tantos no soportaron mucho tiempo más vivir con el recuerdo de la guerra.

Una guerra que terminó, abruptamente, con la rendición incondicional de Argentina, el 25 de junio de 1982. Al día siguiente comenzó la cuenta regresiva para la última y más sangrienta dictadura cívico-militar porque no bombardearon Buenos Aires pero sí los dinosaurios, por fin, comenzaron a desaparecer.

Metro951
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